Aguardar a que pase la euforia colectiva que generó la presencia de Metallica en nuestro país es un poquito difícil. De todas formas, decidí esperar un par de días para digerir todos los ánimos y sensaciones, todavía a flor de piel, porque después de todo, este definitivamente fue uno de los eventos musicales más importantes que han ocurrido en nuestra incipiente lista de conciertos internacionales.

Acaso lo ocurrido el 24 de marzo fue, en cierta forma, muy similar a lo que sucedió aquel 16 de octubre del 2011 (con Guns… ¿te acordás?) ya que fui a ver a una banda cuyos antecedentes inmediatos anteriores no eran demasiado alentadores. En lo que se refiere a Metallica; bueno… lanzaron unos discos que no superan lo aceptable y un par de conciertos transmitidos por televisión donde no convencían demasiado. Pero… estos son grupos para VER en VIVO.

Aunque el grupo de San Francisco no venía con un nuevo material bajo el brazo, llegaba por primera vez a nuestro país con una propuesta por demás atractiva: tocar un setlist elegido casi totalmente por los fans. Haciendo uso de mi memoria (y no de Google, les juro), creo que ningún grupo había brindado esa extraordinaria posibilidad anteriormente. Ya semanas antes de la fecha del show, las redes sociales explotaban, con los correspondientes fanáticos y detractores, como era lógico.

Y desde que la gira comenzó, allá en Colombia, cada noticia creaba gran expectación. A esto también hay que agregar la presencia de La Orquesta de Instrumentos Reciclados Cateura como show de apertura, que acrecentaba esa mezcla de curiosidad, orgullo y entusiasmo respecto a lo que aquí podría vivirse.

El 24 de marzo todo arrancó antes de lo previsto. La Orquesta de Instrumentos Reciclados salió a escena a las 18:45 con el mismo set realizado en los países previos, desde «Carmina Burana» hasta «Nothing Else Matters» de Metallica. Fueron receptores de mucho entusiasmo por parte del público que desde temprano ya se hizo presente en nuestro ya consagrado como coliseo de rock: el Jockey Club.

Seguidamente fue el turno de De la Tierra, que tocó con muchas ganas y energía, aunque no gozaron del mejor sonido. “Es todo lo que podemos tener”, dijo Andrés Giménez, antes de pedir un buen mosh y despedirse con “Cosmonauta Quéchua”, de su disco homónimo.

Lo que sucedió desde ese momento sólo creó ansiedad a límites insospechados: el volumen de los instrumentos durante una improvisada prueba de sonido, el tráiler de “Through the Never”, las luces apagándose y el video de la intro, con los integrantes hablando de su “By Request”.

Ennio Morricone ya es un clásico para conciertos de rock. Las imágenes de “El Bueno, el Malo y el Feo” hicieron de señuelo perfecto para la aparición de los cuatro miembros y un arranque a todo trapo con “Battery”, del fabuloso Master of Puppets. “¿Se sienten vivos?”, preguntó Hetfield. La multitud explotó, cada uno a su modo, pero la respuesta era más que obvia.

Con un sonido impecable a lo largo de las 2:15 horas del concierto, Hetfield se mostró de muy buen humor y muy participativo. Trujillo interactuaba con los fans ubicados a los costados del escenario con sus tradicionales poses. Hammet estuvo más eficiente que en otros shows vistos en TV, sin dejar de moverse de un lado a otro. Y Lars aporreaba su Tama como siempre lo ha hecho.

Los cuatro como conjunto sonaron bien articulados y, vale decirlo, compactos. La segunda canción fue «Master of Puppets», acaso la canción más esperada por los más acérrimos; y con cada espacio que se daba para que el público participe, las gargantas se quebraban en cantos y gritos.

«Welcome Home (Sanitarium)» y «Ride the Lightning» – excelente Hammet – conformaron el póker inicial de filosas canciones, con la curiosidad de ser temas de hasta sólo 1986. «The Unforgiven» trajo una breve pausa de calma y una de las mayores ovaciones de la noche.

Hetfield saludó al público, invitó a votar por el tema final de la noche y anunció el tema que el grupo había compuesto especialmente para esta gira. «Lords of Summer» suena a trash de vieja escuela, con Lars demostrando que todavía puede darle duro al doble bombo, y Metallica apunta que la banda aún puede crear canciones buenas y con polenta.

El público recibe los halagos de Hetfield: “Se ven hermosos, suenan hermosos y se sienten hermosos.” Y desde la nueva época llegó el turno de «Fuel», que nuevamente hizo delirar a las alrededor de 40 mil almas ahí reunidas. Luego como ya sucedió en otros países, llegó Fernando, el primer “invitado” y presentó «Sad But True»; “algo heavy” como había anticipado Hetfield, quien luego subiría a lo alto del escenario para tomar la guitarra acústica e iniciar una excelente versión de «Fade To Black».

Las extensas «…And Justice for All» y «One» sonaron muy bien. Pero el cuarteto final de temas fue acaso lo más celebrado de toda la noche: «For Whom the Bell Tolls» fue un torrente de riffs, «Blackened», presentada por Marcelo, el segundo “invitado”, sonó más rápida que de costumbre; los encendedores y otra alta ovación aparecieron con «Nothing Else Matters», con el público acompañando cada línea de la letra, para rápidamente saltar a no más dar con «Enter Sandman». Y chau.

El grupo se despide por unos minutos y vuelve Sally, la última persona “invitada” que presenta, según gritó «Creeping-fucking-Death», donde el vocalista invita a todos a cantar, con relativo éxito. Y con apenas seiscientos-y-tantos votos el tema ganador a ser tocado fue «The Day That Never Comes», superando a «Orion» y «Hit The Lights» (acaso el tema que el grupo deseó haber tocado). Pero si consideramos que la canción complace más al público juvenil, mucho más acostumbrado a estar en constante uso de tecnología, aún en plenos conciertos de música, el resultado era hasta obvio.

El último de los 18 temas fue «Seek & Destroy», con el grupo y público complacidos. Los cuatro integrantes regalaron púas y palillos por doquier, agradecieron individualmente por todo y se despidieron.

Show certero y brutal.

Y ese fue el pedido del público en Paraguay: una canción de «Kill ‘em all», cuatro de «Ride The Lightning», tres de «Master of Puppets», tres de «…And Justice for all», cuatro de «Metallica», uno de «Reload», uno de «Death Magnetic» y uno inédito, presentado por el grupo mismo. Es decir, el 80% correspondió a la era 1983 – 1991 y el 20%, fue para la discografía más reciente. ¿Se pudo haber pedido más?

Así pasó Metallica. Vinieron, tocaron y conquistaron. Con 40 mil personas fue uno de los shows más taquilleros de nuestro país. Y no sé si Metallica cuente con tal cantidad de “fanáticos”, todos dispuestos a abonar por sus entradas. Pero, ¿acaso importa? Si los ocasionales seguidores, los curiosos y hasta aquellos difamadores con ganas de probar algún punto desean, admisión mediante, ir y presenciar un show de primerísimo nivel, pues bienvenidos sean TODOS. De eso depende que cualquier grupo y/o artista, del estilo que sea y del “tamaño” que sea, sigan viniendo a tocar a nuestro país.