Ya en pleno apogeo – y aporreo – del concierto, Anthrax en una breve pausa entre tema y tema, el gran Felipe Vallejos me abraza y me dice:

«No hay palabras para esto».

E inmediatamente suena la intro de «I am the law», y éste responde con un estruendoso «nderakóre» sacudiendo la cabeza. ¿Este tipo pio no hacía yoga?

Bueno, namaste para él y felices de los que asistimos a un show de metal con todas las letras.

Así pasó y destruyó Anthrax en Paraguay.

El inicio mismo del show, poco antes de las 22 horas, fue básicamente devastador, porque no fueron cuatro canciones; fueron unos mazazos (Among the Living, Caught in a Mosh, Got the time y Madhouse). Los cinco integrantes del quinteto neoyorquino salieron como bestias salvajes en busca de presas, a las que dieron caza sin contemplaciones, adueñándose desde el primer minuto y sin bajar de revoluciones hasta el final.

Y rápidamente uno puede notar que el tiempo solamente ha pasado para la melena y barba de Scott Ian. Cada uno de los «viejos» integrantes se encuentra en envidiable forma, no sólo física, sino energética.

Belladona no dejó de moverse ni de tener constante interacción con el público y su voz en ningún momento de la noche pareció tener problemas.

Frank Bello, lejos de aparentar 52 años, es un animal, tanto con su bajo como en actitud. Charlie Benante parece ni inmutarse ni sudar al destrozar su batería y el viejo Scott nos dio para que tengamos; fue él quien saludó en español y el que con cada riff desataba una locura. Además, ver ese pasito tan emblemático en vivo y en directo es un lujo y placer. Y el «nuevo» pibe Jonathan Donais es preciso y filoso en la guitarra solista.

Prácticamente no dejaron época por alto, desde los mencionados clásicos, cerrando con «Antisocial» y «Indians», hasta temas nuevos, como la colosal «Fight ‘em ‘till you can’t» o «Breathing Lightnings» de su último disco.

Y así, a lo largo de hora y media, el círculo de los Big Four finalmente se cerró en nuestro país; algo que hace poco más de cinco años era una idea absolutamente descabellada.

Pero debo decir, si bien Megadeth, Slayer y Metallica estuvieron magníficos, Anthrax además de eso agregó energía altamente contagiante así como esa muy, mucha, mucha intensidad (el mosh por momentos era salvaje).

En realidad, todo estuvo bastante acorde. El clima amenazante al final se portó. El sonido y las luces estuvieron excelentes y todos en el público respondieron de manera sobresaliente. Y al decir todos, me refiero a viejos, jóvenes y niños, como la gloriosa instantánea que un amigo captó.

Es que cuando la música llega a tu vida ya no te suelta. El mismo Belladona se despidió diciendo «long live rock n’ roll». Tiene razón. Y no hace falta agregar nada más.

Anthrax