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A finales del año pasado, ni bien se daba el anuncio de este festival, llamado Asunciónico, que empezaron a suscitarse todo tipo de comentarios. Desde el nombre mismo del evento, pasando por el line-up, hasta la elección del lugar para el efecto.

En definitiva, por motivos de envergadura, la cita se dio en el Jockey Club de Asunción. Esa mañana los medios de comunicación no hablaban de otra cosa; radios, redes sociales, televisión enfocados en lo que era considerado como el festival más grande jamás realizado en Asunción.

Los primeros shows
La velada arrancó con los shows de los locales “La de Roberto”, todavía con poco público y con un calor infernal, pero que sirvió para confirmar la muy interesante faceta del vocalista de los Kchiporros, con temas como Nada Más que Hacer y Hemisferios, acompañado de una consistente banda.
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Seguidamente Flou, acaso el grupo de más arrastre en nuestro país, ofreció media hora de temas de todos sus discos, ya con un poco más de gente, y con la misma elevada temperatura. Este show sirvió también para presentar un nuevo tema: la potentísima “En Mil Pedazos”, que demuestra que Walter, Bruno, Fede y Guille están para cosas realmente excelentes. Y “Ansias” ya es un clásico del rock nacional y un cierre de un show de Flou sin este tema pues resulta impensable.

La seguidilla de artistas internacionales arrancó con la magnética ganadora del Grammy a la mejor artista rock alternativo, Annie Clark, más conocida como St. Vincent, cuyo estilo no podría acabar de definir: pop, rock, alternativo, psicodélico, electrónico. Supongo que a esta altura del campeonato la miscelánea de género en un mismo grupo o artista ya no es de extrañar. Lo único que se podría decir es que Clark sedujo a todos los presentes tanto por su carisma como por su forma de tocar.

En el escenario, acompañada de Toko Yasuda, en guitarra, bajo y teclados, Matt Johnson, en batería, y Daniel Mintseris, también en teclados y sintetizadores, su breve show fue un arranque de lujo, con apenas un ceñidísimo saludo en español, ofreció un setlist conformado en su mayoría por las canciones del último y celebrado disco, con canciones como Rattlesnake, la explosiva Birth in Reverse y Bring Me Your Loves, intercambiando una caricaturesca coreografía con Yosuda, muy celebrada por los presentes.

Rápidamente pasábamos al escenario uno para ver a Alt J. Es conveniente resaltar la muy buena organización de los escenarios con apenas segundos de demora entre un artista y otro. Esto, para un festival, es imprescindible.

Volviendo al trio inglés que fue el primero en arribar al país y que realmente le sacó el jugo a su visita, vimos un brevísimo show que sonó trabajado; no en vano el grupo llegó al número uno en las listas británicas con apenas su segundo disco, el agradable This is all yours.

Desde el arranque, especialmente con Hunger of the Pine, Fitzpleasure y Something Good, se notaba que los integrantes Joe Newman, guitarra y voz, Gus Unger-Hamilton en teclados y voz, Thom Green en batería, se ocupan muy bien de las voces armónicas y de los arreglos instrumentales, aunque no lograron enganchar completamente al público, acaso por la novedad de la propuesta, repartida entre sus dos discos, o por la agitación que producía la siguiente actuación.
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Posiblemente el primer acto realmente aguardado por el público en general correspondía al señor Paul Banks y compañía. El grupo neoyorquino, impecablemente vestido de negro, recorrió su discografía a lo largo de diecisiete canciones en un escenario sin luces brillantes, ni un elevado volumen de sonido, como el resto de todos los grupos. Pero es así que cautivaron a la cada vez más creciente asistencia con su estilo ochento-noventoso muy bien ejecutado.

El primer grito de histeria se lo llevó “Evil”, aunque también arrancaron muchos aplausos con
“Rest My Chemistry”, “NYC” y especialmente con “Not Even Jail” y, como no “Slow Hands”. Durante su set, Banks saludó con un perfecto español y el resto, principalmente Daniel Kessler en guitarra, fueron ganándose a la gente. Es también destacable la impecable labor de Sam Fogarino en la batería, que resulta ser no menos que un pequeño reloj humano, dando un show sin fisuras.

En síntesis, lo de Interpol fue extremadamente sólido y compacto, pero extrañamos “Obstacle 1”. Lejos de lo que fue el show anterior, Foster The People tiró la casa por la ventana, tanto por su puesta en escena, con una descomunal pantalla ofreciendo todo tipo de imágenes a lo largo de sus trece canciones, como el estilo musical, mucho más distendido y fiestero del show de Bank y los suyos. Y el trío americano, formado por Mark Foster, voz, teclado, guitarra, Cubbie Fink, bajo, y Mark Pontious, batería, que en vivo duplica su número sobre el escenario, no desentonó.

Ya con el segundo tema, la conocida “Houdini”, el público se prendió de lleno. El sonido también se elevó considerablemente y Mark Foster es una tromba en vivo; el tipo no deja de correr por el escenario, ni bailar, ni saltar, y en comparación a sus discos, el grupo suena más voluminoso. Otros temas a destacar fueron “Helena Beat” y “Coming of Age”, aunque la locura se desató con “Pumped Up Kicks”, aquella canción que los puso en el radar.

El otro grupo británico de la jornada gozó de lo que particularmente considero el mejor sonido de toda la primera fecha del festival. Luke Pritchard, vestido valientemente con una campera de cuero, salió al escenario a hacer lo suyo, pero quedó en el camino. The Kooks es acaso un grupo
que todavía no goza de demasiada popularidad en nuestro medio, aunque ya tengan cuatro discos
en su haber y dispongan de un par de hitazos, la gente se vio más bien estancada.

De todas formas, “Ooh La” fue recibida con gritos y aplausos y la mega-famosa “Junk of the Heart (Happy)” llegó a niveles de escasa locura, con la mayoría de los presentes ya prestos a recibir los tres platos principales de este banquete musical.

El trío final
El último grupo en ser anunciado para Asunciónico fue el cuarteto de Chicago, absolutamente liderado por Billy Corgan. Hace rato que los Pumpkins no reciben la atención de la industria que los había hecho gigantes en los 90s, gracias a dos colosales discos como Siamese Dream (1993) o The Mellon Collie and the Infinite Sadness (1995), y así fue que la potencial propuesta era todo un misterio. Esta incógnita se vio aún acrecentada al saber que la batería estaría a cargo de Brad Wilk, miembro de Rage Againts the Machine, y el bajo sería de Mark Stoermer, de The Killers. El otro miembro, Jeff Schroeder, es el segundo guitarrista ¿oficial?

Sin embargo, desde el arranque con “Cherub Rock” que quedó en evidencia que el sitial obtenido por el grupo no era mera coincidencia. Corgan se mostró hasta de buen humor, saludó en varias y breves ocasiones y la banda brindó uno de los shows más compactos de toda la noche, con puntos altos como “Ava Adore” más cruda y rockera que la original, al igual que “1979”. De todas formas, el final con la extensa y bestial “United States” y “Bullet with Butterfly Wings” fue arrollador.

Corgan domina su guitarra como pocos, pero fue Wilk quien sorprendió tanto por su versatilidad como por su fuerza. Así que ya estábamos listos para lo que se vendría.

Inicio este apartado con una breve anécdota: durante la visita de los Kings of Chaos, los miembros fueron consultados acerca de quien les gustaría que tocara con ellos. Fueron Joe Elliot, Matt Sorum y Slash quienes dijeron “Bob Plant”. Y por algo habrá sido. Para Asuncionico, creo que no hubo otro artista que haya despertado tantas expectativas como el viejo Bob.
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Resulta nuevamente difícil ser imparcial con ese preámbulo majestuoso a cargo de “Babe, I’m Gonna Leave You”, que hasta arrancó lágrimas a la gente del ya multitudinario público. El ex miembro de la mítica banda de los 70s es tan magnánimo como hipnótico y su calidad musical no ha mermado en lo absoluto. Habló en español, bromeó, tiró el contundente mensaje de “no se olviden del rock” y se cantó absolutamente todo. Y los Sensational Space Shifters son un espectáculo aparte, especialmente los guitarristas Justin Adams y el barbudo Liam Tyson.

De su disco Lullaby and… the Ceaseless Roar presentaron algunos temas “Turn it Up” y una fantástica y percutiva “Rainbow” que habrá hecho viajar a más de uno. En cuanto a los temas de
Zeppelin, digamos que Plant y su equipo tuvieron la dignísima tarea de darle su toque personal tanto a “Black Dog”, “Going to California”, “Whole Lotta Love” o “Rock and Roll”, que sonaron indudablemente distintas pero con una calidad y entrega tales que era imposible no caer rendido a los pies de este martillo de los dioses.

Realmente, sería improductivo comparar lo de Plant con el resto del festival. Mientras los demás grupos estuvieron entre lo satisfactorio y muy bueno, este show llegó a lo sentimentalmente
inolvidable. Un lujo haberlo tenido en nuestro país.

Y el ex integrante de los famosos White Stripes no la tenía para nada fácil. Luego de un show que la gente seguía comentando exaltada, un breve solo de batería dio inicio al cierre del día uno. “Icky Thumb” fue la elegida para esta ocasión, donde se vio un show sonoramente histriónico, con mucha distorsión y psicodelia, con White acompañado por cinco músicos, de donde rápidamente se destacó la batería de Daru Jones, no sólo por su calidad musical sino por la extraña disposición del instrumento en cuestión. Asimismo, Lillie Mae Rische recibió bastante protagonismo en voces, violín y teclados.

La gente respondía intermitentemente y Jack incluso preguntó si es que los estaba aburriendo y querían ir a casa, aunque esto estaba lejos de ocurrir. El show que tuvo la particularidad de simular ser un solo y extenso tema, con sonidos de todo tipo entre canción y canción, tuvo éxitos como “Lazaretto”, una finísima versión de “Fell in love with a Girl”, “Hotel Yorba” o “Three Woman” que hicieron saltar al público.

Y para el final el delirio llegó con el trio compuesto por “The Hardest Button to Button”, “Steady, as she Goes” y “Seven Nation Army”, con los que quedaban presentes cantando a más no poder.

Final de fiesta para un día de fiesta.