Reseña del concierto de The Rolling Stones en Québec, Canadá

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Por Anahí Martínez Gamba
El 15 de julio pasado, en “Plaines d’Abraham” – el mismo lugar donde Sir Paul McCartney dio un concierto gratis ante más de 100.000 personas en 2008 – se presentaron The Rolling Stones para la fecha final de su gira Zip Code, que empezó en mayo en San Diego, CA.

La banda telonera “The Districts” terminó y casi a hora inglesa los Stones brindaron una impresionante y violenta bienvenida con “Start Me Up” a las más de 90.000 almas presentes.

El setlist no cambió demasiado con respecto a lo que venían tocando en las otras ciudades de la gira. El tema “by request” fue “Street Fighting Man” al que le siguieron una serie de feroces hits: “It’s Only Rock & Roll”, “Miss You”, “Gimme Shelter”, “Jumping Jack Flash” y por supuesto, la balada stone por excelencia, “Wild Horses,” que todos cantamos con ganas.

El público, entendamos, no es como el sudamericano en general, ni el paraguayo en particular. De igual forma, fue un concierto divertido y se vivía un ambiente festivo donde las diferentes generaciones vibraban, se emocionaban, saltaban y cantaban.

Después de “Honky Tonk Woman” llegó uno de mis momentos favoritos: la presentación de la banda. Les acompañaba la espectacular corista Lisa Ficher que jugueteaba con Mick Jagger en la mayoría de las canciones y otros multi-instrumentalistas muy talentosos. Presentó a Ronnie Wood como “el rey de la poutine” – un chiste local, ya que poutine es un plato típico del Quebec, algo así como papas fritas con todo pero más calórico y mucho más pesado.

Si bien estaba bastante lejos, las pantallas ayudaban y podía apreciar a todos sonriendo. Lograba ver bastante bien a Mick Jagger, o más bien un esqueleto moviéndose sin parar por el escenario, con ese desenfrenado movimiento de caderas, uno de sus sellos distintivos. Keith Richards sonreía de oreja a oreja, con su clásica pañoleta en la cabeza y sus poderosos riffs, en complicidad con Ronnie Wood. Un poco más alejado y sentado en su lugar, Charlie Watts hacía lo suyo, siempre discreto, parco e impecable: el auténtico Sir de la banda.

Richards, quien anunció hace poco el lanzamiento de su nuevo disco solista, “Crosseyed Heart”, en Setiembre, cantó dos temas: “Happy” y “Before They Make Me Run”.

Explotaron con “Jumping Jack Flash” y luego, como era de esperarse, se esfumaron en la nada para poder volver después. Y volvieron. En la pantalla se veían llamaradas de fuego y mientras arrancaban los acordes. Pensé en la letra de una linda canción de Don McLean: “fire is the devil’s only friend” (American Pie) con lo cual me resultó obvio lo que se venía: la canción alusiva al diablo, la innombrable, la satánica, la histórica “Sympathy for the Devil” que Jagger cantó envuelto de una especie de capa roja. Así empezó, rodeado de fuego en las pantallas “Please allow me to introduce myself….” demostrando toda su fuerza, su talento, su altura.

Un gran regalo nos tocó cerca del final. Un cautivante coro empezó con “You Can’t Always Get What You Want” y más tarde Mick Jagger invitó al público a cantar, que respondió de manera animosa y contenta. Este fue probablemente el momento más emocionante del show para mí, la piel de gallina y el corazón entregado ante tan hermosa canción y tan acertada letra.

Por último, la bomba: “(I can’t get no) Satisfaction”. Alegría, baile y un espectacular show de fuegos artificiales para dar fin a un concierto realmente inolvidable, cuya experiencia tengo el gusto de relatar a través de estas líneas gracias a la invitación de mi amigo Mono.

La pregunta siempre es la misma: ¿será ésta o la siguiente la última gira? Pero ellos no piensan en el retiro, siguen en carretera con ganas de ver “hasta dónde pueden llegar los Stones” según dijo el propio Keith Richards. Al fin y al cabo, rock and roll nio nomás es… pero cómo nos gusta!