Winery Dogs: Perros de la Bodega de un vino que mejora con el tiempo
Recuerdo aquellas escenas de pelea en cualquier episodio de “Los Tres Chiflados” que arrancaban incontables carcajadas en mi persona. La coordinación de los movimientos de Larry, Moe y Curly funcionaba a la perfección, sin que la capacidad de uno llegue a superar a la del otro. Pues bien, esa es la manera en que podría empezar a hablar de lo vivido en la noche del martes, gracias a los Winery Dogs.
Muy establecidos como virtuosos músicos, Billy Sheehan (Mr. Big, David Lee Roth, Steve Vai), Mike Portnoy (Dream Theater, Avenged Sevenfold) y Richie Kotzen (Poison, Mr. Big) habían generado gran expectativa cuando anunciaron la formación del grupo en el 2012. Con tales currículums, la cosa prometía, y mucho. Y rápidamente se erigieron como uno de los mejores shows de rock en vivo de la actualidad. De esta manera, la cita marcada resultaba prácticamente ineludible para cualquier fanático de la música en general.
El arranque, un rato antes de lo esperado, fue a pura tromba. El recinto del teatro del Hotel Guaraní, lleno en casi toda su capacidad, se puso de pie y desde ese punto todo fue yendo para arriba. El set de los Perros esta equitativamente distribuido entre canciones de su primer disco (Winery Dogs, 2013) y su último trabajo (Hot Streak, 2015) y el tema encargado en encender la mecha fue la acelerada “Oblivion”.
Desde ese momento, y hasta el final de show, poco más de hora y media después, se dio inicio a una situación bastante particular: a diferencia de shows de otros grupos, donde un miembro estelar llega a robarse todas las miradas, con los Winery Dogs uno puede fijarse en cada uno de sus tres integrantes y quedar absolutamente boquiabierto por la espectacularidad de su puesta en escena. No terminaría de describirlos jamás y no voy a empezar ahora. Así es que cada canción era una invitación irresistible de música, especialmente esa de vieja escuela, con lo mejor de la década de los 70 a flor de piel.
Pero ojo, este poderoso trío no sólo es una suma de viejas y consumadas bestias. Winery Dogs es, por encima de todo eso, un confirmado y excelente grupo de rock con muy buenas y pegadizas canciones, como «Hot Streak», «Empire» o «How Long» del más reciente álbum o «The Other Side» y «Elevate» de su debut. De todas formas, los instantes acaso más tranquilos, con «Fire» (muy coreada), «I’m no Angel» y especialmente con «Think it Over» y «Regret», con esos geniales arreglos de órgano – cortesía de Kotzen – evidentemente influenciado por el soul, patentizaron la musicalidad de la propuesta. Aunque final y lógicamente sí, fue un gigantesco concierto de rock.
Por si fuera poco, se dieron brillantes solos de cada uno. Lo de Portnoy fue breve e histriónico, percutiendo batería y prácticamente todo dentro del escenario, para arrancar aplausos y gritos. Sheehan, por su parte, fue extenso y machacante ¿qué tiene este señor en sus dedos? En serio. Pero de todas formas, el acaso triunfador de la noche fue Kotzen; su manera de tocar la guitarra es sencillamente de otro planeta, con monumental virtuosismo a puro feeling.
Así también, su capacidad vocal resultó la feliz ganadora del enfrentamiento que tuvo su voz contra el sistema de sonido haciendo que, durante largos pasajes, quedaba muy por debajo de los instrumentos; y que a ratos, hacía que – al menos desde mi posición, aclaro – se den instantes ensordecedoramente estruendosos. De todas formas, esto no restó calidad a lo visto sobre el escenario porque el talento y la calidad humanos (¿o sobrehumanos?) pudieron llegar más allá de lo esperado.
Por su parte el público se portó, cantando y animando durante toda la velada. El cierre, con «Desire», se alzó como otro de los picos altos de la noche y, cuando todo terminó, más de uno quedó con esa sensación de haber visto algo que había resultado ser realmente insuperable de principio a fin.
Si durante su conferencia de prensa negaron su condición de supergrupo, afirmando que sólo son una banda con ganas de tocar, los que estuvimos ahí pudimos confirmar ambas cosas: sí son unos SEÑORES músicos con muchísimos deseos de hacer música de la mejor y pasarla bien, transmitiendo eso mismo a su público. Así es que espero que sigan tocando juntos durante el tiempo que sea necesario. Y que me disculpe Billy Sheehan; él dijo que no, pero Winery Dogs efectivamente es un SUPER grupo.
El show estuvo organizado por el 58 aniversario de Music Hall… felicidades y por más festejos de este nivel!