Mr. Big en Paraguay: Addicted to that Mr. Big rush [review]

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Una de las tantas tardes que pasé rompiendo las bolas al gran Carlos Dos Santos en su legendaria disquería, tuve la suerte de escuchar un tema que me gustó de entrada: era “Addicted to that Rush” de un nuevo súper grupo, según me había dicho, llamado Mr. Big. Esto sucedió allá por 1989 o 1990 y desde ese momento me volví un fan más. Anécdota compartida, aclaro que ni bien se anunció del show del grupo mi agitación fue in crescendo.

Entonces, como fan declarado del cuarteto, resulta un poco difícil realizar una reseña completamente imparcial. No obstante, de buenas a primeras fue lo primero que intenté al llegar al Teatro del Hotel Guaraní la noche del 12 de febrero.

Sin embargo, ni bien el colosal Billy Sheehan realizó sus primeras poses y malabares con su bajo, aquella moderación previa dio paso al fanático empedernido, ese que se rinde completamente al escuchar sus temas favoritos y que canta, toca instrumentos de aire y disfruta al máximo sin importar lo que suceda. Al fin y al cabo es un concierto de rock, es una fiesta,

Y se sintió que todo el grupo llegó a Paraguay con esta tesitura, ya que estaban tan distendidos como complacidos. Todos y cada uno, tanto Paul Gilbert, un verdadero bestia en la guitarra, Billy Sheehan, un animal; pocos bajistas llegan a este nivel de virtuosismo y espectacularidad, Eric Martin, un vocalista que al parecer hizo un pacto con el diablo para conservar la voz que tiene, y Matt Starr (baterista de la banda de Ace Frehley) quien acompaña a la banda en esta gira estaban tan hermanados sobre el escenario que resulta algo difícil de creer. Pero fue exactamente lo que sucedió durante más de dos horas.
mr big en Paraguay
El público estuvo acorde a esta fiesta desde el primer tema, “Daddy, Brother, Lover, Little Boy (The Electri Drill Song)» del excelente “Lean To It” de 1991. El arranque acaso podría representar el único pero de toda la velada, con un sonido que no terminó de ajustarse del todo sino hasta algunas canciones después. Una lástima porque Sheehan hasta peló un taladro, tal como exigía la ocasión.

Del setlist no se puede objetar nada: seis temas de su último disco “Stories We Could Tell”, que fue lo que vinieron a presentar y de la que se destacaron “Gotta Love the Ride” y “East /West”, dedicado a todos los fans de la banda; cinco temas de “Lean to It”, todos realmente con nota alta, desde la pegadiza “Alive and Kicking” hasta el hitazo de “To be with you”; cuatro de “What if”, con “Around the World” como gran emblema; del poco conocido “Hey Man” sonaron las excelentes “Out of the Underground”, bien hard, y “Take Cover”; y de “Bump Ahead” no podía faltar el demoledor “Colorado Bulldog”, un tema que al fin tuvimos el placer de ver con el equipo titular.

Claro que esta formación incluye al gran Pat Torpey, baterista original que no pudo destrozar los parches por estar diagnosticado con Mal de Parkinson desde el pasado año. Con él, el show ganó muchos puntos en emotividad. Resultó extraordinario verlo compartir el escenario con sus compañeros, tan alegre y jovial, haciendo coros, con panderetas, y hasta tocando, con algo de esfuerzo hay que decir, un par de temas, como la señora balada “Just Take My Heart” o el cover final de Free que da el nombre al grupo. Y pensar que hay otros artistas que suspenden shows por gripe u otro malestar.
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Mr. Torpey, me saco el sombrero con usted. Hasta hizo de voz principal en “Living After Midnight”, aquel himno heavy de Judas Priest, donde todos los Misterbigs intercambiaron lugares e instrumentos.

Del show también disfrutamos de los infaltables solos; de guitarra primero, con Gilbert muy suelto y participativo con el público, guiño a «Back in Black» de AC-DC incluido, al solo de bajo de Sheehan, que simplemente me hizo pedir misericordia. Inclusive tuve la suerte de ver entre la gente a varios músicos locales, que ni me imagino lo que habrán sentido en esos momentos, aunque admito que cada gesto en sus rostros era impagable. En serio.
mr big en Paraguay
La despedida, con español, cerveza nacional y guaraní incluido, por parte de Billy Sheehan y del resto no hizo más que añadir una pequeña cereza a una ferocísima torta que se dio con uno de los grupos más completos y virtuosos que alguna vez pisó nuestras tierras.

Un show. Una lección. Una solemnidad. Una lección. Todo eso y mucho más. Como dijo Eric Martin: “I’m addicted to that rush”. Yo soy un adicto a la música. Y no, con esta altísima escuela de rock no puedo ser imparcial. Dudo que alguien pueda.

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